Sep 9, 2006

Lo que nos oprime

A veces es bueno salir de uno mismo, para contemplarse desde una cierta perspectiva que añada dosis de objetividad a tu vida. El problema de hoy siempre es el peor, el dolor actual siempre es el más intenso. Pronto perdemos nuestra capacidad para comparar. Así somos, egoistas per se, aunque inconscientes de ello y casi siempre sin voluntad real de serlo.
Sentado delante de una pila de libros que debo asimilar en unos días, la tarea ensombrece lo demás. Las famosas prioridades que nos hacen perder lo que verdaderamente importa, que, por ser algo ciertamente difuso, siempre es relegado a un futuro cercano que nunca llega. Como buen futuro que es, cabría decir.
No dudo de la necesidad de cumplir con los trámites que la vida cotidiana, sobre todo laboral, nos impone. Pero no quiero que 40 años de mi vida pasen para darme cuenta de que hubiera sido mejor perder aquel trabajo o no perseguir el ascenso o trabajar menos horas. Una casa mejor, un coche mejor no son siempre la solución. Pero ¿un seguro médico mejor? ¿una seguridad económica para los tuyos?
Mis padres han pasado su vida trabajando, duro, sin descanso. Probablemente muchos otros han trabajado más y otros menos. El resultado ha sido asegurar para sus hijos una formación y por lo tanto un futuro. Mis padres me han abierto las puertas para que yo decida de entre muchas más posibilidades.
¿Qué quedó en el camino? Sus vidas. Disfrutar de ese breve periodo de estancia que un buen día se deposita inopinadamente en nuestras manos al nacer y se nos arrebata siempre antes de tiempo, al morir.
Es difícil evaluar si se han equivocado o no. ¿Cómo pretender que alguien que ha vivido una guerra, una posguerra y un pais subdesarrollado no esté constantemente preocupado por los malos tiempos que vendrán? Siempre temiendo que la desgracia se cebe en uno mismo o en los seres más queridos. Si al final esta no llega los esfuerzos serán interpretados como tacañería, egoismo, autoritarismo. Nunca reconocidos, al contrario, juzgados como innecesarios y la razón exclusiva de los desacuerdos en el seno familiar.
Si, por el contrario, el desastre llama a la puerta, siempre lo hace en forma de terrible mazo cuyos efectos no son en ninguna medida subsanables con las precauciones tomadas. El ahorro nunca dura tanto como la desgracia, por la sencilla razón de que si así fuera, la desgracia no sería tal, sino solo inconveniente. En ese caso tampoco se verá reconocido el esfuerzo previo pues los acontecimientos sobrepasan cualquier análisis y el día a día se impone.
Hagas lo que hagas el resultado puede ser el mismo ¿Dónde esta la solución? siempre hay una solución, cuando alguien escribe algo, describe un problema, lo analiza, lo desmenuza, se toma la molestia de informar sobre él. Todo ello no es otra cosa que el prólogo a su solución milagrosa que todo lo cura.
No tengo la clave, pero intuyo que lo que al final importa es hacer llegar a los demás los motivos profundos de tus actos porque ese será el criterio con el que los juzguen. Es más fácil perdonar los errores cuando se sabe en nombre de que dios se cometen.
Aparte de eso, solo espero no romperme nunca una pierna sin tener seguro médico, ni enfermar sin tener ahorros que cubran la educación de los míos.

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