Oct 17, 2008

¿Mi padre ha dejado de existir?

Hoy al despertar me he sentido bien, relajado, con la mente todavía a medio activar he desayunado y me he reservado el café para luego. Me gusta leer el periódico, revisar el correo, ver lo que ha pasado en el mundo mientras yo no estaba en él. Es una metáfora, pero muy apropiada hoy. Tras ver titulares de un día normal dentro de lo que es el mundo hoy en día, he abierto mi correo.
Rápido, sin ningún tipo de circunloquios, como corresponde a mi hermano. La persona más directa que conozco. Ha ido al grano y ha soltado la bomba casi antes de darme tiempo a abrir el correo. No por esperado deja de ser eso, una bofetada en la cara para que despiertes a la realidad. Vaya que si he despertado. Tras larga enfermedad, hoy ha fallecido. La enfermedad de la vejez realmente. Donde la luz de gas se va apagando y la poca consciencia que nos queda nos da para caer en la cuenta de que nadie va a abrir la espita. No es momentáneo, no es una enfermedad que viene y se va. Llega y cuando lo hace es para quedarse. Han sido 88 años. Probablemente ninguno de ellos plenamente feliz, solo retazos de felicidad, breves momentos arrebatados de entre los dedos por la siguiente preocupación.
Desde aquí mi admiración y mi respeto. Nunca supo hacerse querer, no supo transmitir sus sentimientos. Tampoco creo que fuera culpa suya. Haber nacido en la España anterior a la guerra civil, criarse sin un padre y ocupar la mente en la supervivencia no permiten frugalidades como esas que llamamos sentimientos. Cometió muchos errores en su vida, de eso no hay duda, pero siempre supo acarrear con las consecuencias. Siendo su mayor error casarse, ¿cuántos cometieron igual equivocación en su generación? Hoy no toca hablar de la iglesia y el sagrado e irrompible sacramento del matrimonio. Estoy convencido de que quien puede ser un mal marido con una esposa a quien no quiere, también puede serlo al revés si se le deja la oportunidad de rehacerse y volver a intentarlo. Eso les fue negado de un principio a mis padres y ambos tuvieron que convivir con algo que en realidad no fue culpa sino de una cultura en la que los papeles estaban por encima de las personas. Pero no puedo y no quiero reprocharle nada a ninguno de ellos. Sería como renegar de lo que soy. Si estoy de acuerdo y contento con lo que soy, también debo admitir que es fruto de todas las situaciones que he vivido, de las cuales he aprendido (a veces también cosas malas, sin duda) y las oportunidades que me han sido dadas han salido del trabajo que día tras día mis padres realizaron. La mayor parte del tiempo inconscientes de la importante labor, sin saber que un padre y una madre soy eternamente juzgados por sus hijos. En cada paso, cada decisión y cada equivocación un padre tiene que saber que, se lo diga algún día o no, su hijo le esta juzgando. Hasta el día de su muerte. A partir de ahí comienzan las deliberaciones, públicas o en la conciencia de cada uno.
Yo ya he emitido un juicio: No culpable por falta de pruebas.
Nunca sabré qué pasaba por su mente en cada gesto, cada acto o cada decisión. Si era por amor, por responsabilidad o por inercia. Por ello, solo puedo atenerme a los resultados y darle el beneficio de la duda.
Pero si lo que se quiere es la opinión, no ya de un juez justo y equidistante, sino de alguien que pasó por ahí durante gran parte de sus días. Si se me pregunta. Creo que fue un incomprendido, que no supo hacernos comprender sus motivos y que eso le consumió en gran parte. Pero también me alegra saber que en sus últimos años, cuando ya no era ni la mitad de lo que fue, no vió resentimientos por sus errores y se le trató siempre como a un padre.
Y murió, como debe ser, cuidado por los suyos hasta el último día. Como él lo hizo antes durante muchos, muchos años (vaya desde aquí mi reconocimiento a mi madre y hermana por ello).
Descansa donde quiera que estes. Prometo no cometer tus fallos pero reconozco la dificultad de tus aciertos en las circunstancias que a todos nos tocó vivir.