Nov 27, 2008

La amistad perdida, la amistad duradera.

Dos años ya, ese es el tiempo que llevo alejado de los míos. ¿Cuánto debe pasar para que los amigos se incorporen al bagaje del pasado? Todavía los percibo como algo real y tangible. Ayer hablé con uno de ellos y por un momento pareció que nada había cambiado. Charlamos de lo cotidiano, tu vida, la mía. Conversar sobre el más absoluto presente da siempre la mayor de las sensaciones de proximidad posible. Formas parte de su día a día. Como solía ser, en aquellos buenos viejos tiempos.
Leí que las caras se van difuminando en la memoria de los ciegos. Eso me aterró entonces y lo sigue haciendo ahora. En un principio me pareció imposible. ¿Cómo olvidar el rostro de un padre, una hermana, el amigo que siempre estuvo ahí? Si somos afortunados en la vida, experimentamos tantos cambios en nuestra situación vital que la propia vorágine nos sumerge en su seno y olvidamos sin saberlo. Y es así porque no nos permitimos detenernos y mirar hacia atrás. Comprobar quién cayó, de ellos quién consiguió levantarse y quién quedó en el fango y aun espera al amigo para echarle una mano. Como al primer amor, prometimos fidelidad eterna. Eramos amigos, compañeros, camaradas. Todo parecía eterno e inmutable. Y solo me preocupaba qué hacer con tanto como estaba por venir. No quería perder ni un gramo de todo lo que la vida me tenía preparado.
Todavía soy joven. Pienso que lo que el futuro me tiene guardado será más apasionante que lo que hasta ahora he tenido la suerte y el privilegio de saborear. Grandes planes rondan todavía mi mente, revolotean esperando su turno. La vida esta siendo indulgente conmigo, una y otra vez segundas oportunidades surgen para deshacer los entuertos en los que parezco empeñado en meterme. Reales o irreales, todas estas nuevas circunstancias me impiden mirar atrás. Pero a veces me detengo, entonces observo donde estoy, todas estas personas, lugares en cierto modo exóticos. Me da por pensar en la cadena de acontecimientos que me ha traído aquí. Voy repasando lugares, acontecimientos e ineludiblemente personas. Al remontarnos en el tiempo, ayer esta fresco, parece ahora mismo, solo cerrar los ojos y ya estamos allí. La semana pasada, el mes pasado o el anterior. Muy sencillo, poco desafío en ello. Prueba a remontarte un año ¿qué hacía yo en Noviembre del año pasado? Si escarbo lo suficiente, si quiero hacerlo, puedo llegar a recordarlo (quizás no quiera, pues hace un año empecé a perder a mi padre. sin sospechar que me acabaría importando más de lo que por entonces quería admitir). Por entonces ya vivía en Taiwán. Dos años, cinco años. Vuelves a recordar a personas en las que no has pensado en más tiempo del que te gustaría reconocer. Si fuera pintor comprobaría que no me es sencillo perfilar completamente los rasgos de esas personas. Sí, tengo sus imágenes en mi memoria, pero no son las caras de ayer, justo los rasgos fundamentales, lo que los diferenciaba de los demás. ¿Qué pasa con aquel amigo de los 11 años? Uña y carne, juntos al colegio, juntos en el colegio y de vuelta a casa. Se llamaba Pablo y nuestras vidas se separaron en el momento en el que la suya empezaba a torcerse. Aquellos años de intensa relación no son ahora más que fragmentos sueltos. Una vieja película de la que solo hemos podido recuperar minutos inconexos tras el incendio de la memoria.
No puedo evitar ni luchar por lo que ya está hecho, pero no quiero, me aterroriza pensar que mis amigos de hoy serán imágenes difusas que con el tiempo desecharé para sustituirlas por las nuevas, mas claras y relucientes. Si eso es lo que acaba sucediendo la vida tendrá un poco menos de sentido. Porque será ella la que me gobierne a mí, llevándome de un lado a otro a su antojo y decidiendo por mí qué conservar y qué olvidar. Pero si quiero ser yo el dueño de mi futuro también quiero serlo de mi pasado. Quiero poder volver a él con solo cerrar los ojos y disfrutar una y otra vez con los míos los infinitos momentos en los que disfruté olvidando lo que hay allí afuera. Concentrado en la más pura e intensa amistad, con una cerveza en la mano la mayoría de las veces, si se me permite decirlo. Porque nadie es perfecto, ni yo lo busco.

Oct 17, 2008

¿Mi padre ha dejado de existir?

Hoy al despertar me he sentido bien, relajado, con la mente todavía a medio activar he desayunado y me he reservado el café para luego. Me gusta leer el periódico, revisar el correo, ver lo que ha pasado en el mundo mientras yo no estaba en él. Es una metáfora, pero muy apropiada hoy. Tras ver titulares de un día normal dentro de lo que es el mundo hoy en día, he abierto mi correo.
Rápido, sin ningún tipo de circunloquios, como corresponde a mi hermano. La persona más directa que conozco. Ha ido al grano y ha soltado la bomba casi antes de darme tiempo a abrir el correo. No por esperado deja de ser eso, una bofetada en la cara para que despiertes a la realidad. Vaya que si he despertado. Tras larga enfermedad, hoy ha fallecido. La enfermedad de la vejez realmente. Donde la luz de gas se va apagando y la poca consciencia que nos queda nos da para caer en la cuenta de que nadie va a abrir la espita. No es momentáneo, no es una enfermedad que viene y se va. Llega y cuando lo hace es para quedarse. Han sido 88 años. Probablemente ninguno de ellos plenamente feliz, solo retazos de felicidad, breves momentos arrebatados de entre los dedos por la siguiente preocupación.
Desde aquí mi admiración y mi respeto. Nunca supo hacerse querer, no supo transmitir sus sentimientos. Tampoco creo que fuera culpa suya. Haber nacido en la España anterior a la guerra civil, criarse sin un padre y ocupar la mente en la supervivencia no permiten frugalidades como esas que llamamos sentimientos. Cometió muchos errores en su vida, de eso no hay duda, pero siempre supo acarrear con las consecuencias. Siendo su mayor error casarse, ¿cuántos cometieron igual equivocación en su generación? Hoy no toca hablar de la iglesia y el sagrado e irrompible sacramento del matrimonio. Estoy convencido de que quien puede ser un mal marido con una esposa a quien no quiere, también puede serlo al revés si se le deja la oportunidad de rehacerse y volver a intentarlo. Eso les fue negado de un principio a mis padres y ambos tuvieron que convivir con algo que en realidad no fue culpa sino de una cultura en la que los papeles estaban por encima de las personas. Pero no puedo y no quiero reprocharle nada a ninguno de ellos. Sería como renegar de lo que soy. Si estoy de acuerdo y contento con lo que soy, también debo admitir que es fruto de todas las situaciones que he vivido, de las cuales he aprendido (a veces también cosas malas, sin duda) y las oportunidades que me han sido dadas han salido del trabajo que día tras día mis padres realizaron. La mayor parte del tiempo inconscientes de la importante labor, sin saber que un padre y una madre soy eternamente juzgados por sus hijos. En cada paso, cada decisión y cada equivocación un padre tiene que saber que, se lo diga algún día o no, su hijo le esta juzgando. Hasta el día de su muerte. A partir de ahí comienzan las deliberaciones, públicas o en la conciencia de cada uno.
Yo ya he emitido un juicio: No culpable por falta de pruebas.
Nunca sabré qué pasaba por su mente en cada gesto, cada acto o cada decisión. Si era por amor, por responsabilidad o por inercia. Por ello, solo puedo atenerme a los resultados y darle el beneficio de la duda.
Pero si lo que se quiere es la opinión, no ya de un juez justo y equidistante, sino de alguien que pasó por ahí durante gran parte de sus días. Si se me pregunta. Creo que fue un incomprendido, que no supo hacernos comprender sus motivos y que eso le consumió en gran parte. Pero también me alegra saber que en sus últimos años, cuando ya no era ni la mitad de lo que fue, no vió resentimientos por sus errores y se le trató siempre como a un padre.
Y murió, como debe ser, cuidado por los suyos hasta el último día. Como él lo hizo antes durante muchos, muchos años (vaya desde aquí mi reconocimiento a mi madre y hermana por ello).
Descansa donde quiera que estes. Prometo no cometer tus fallos pero reconozco la dificultad de tus aciertos en las circunstancias que a todos nos tocó vivir.

Sep 28, 2008

Y la música nos transporta a otro lugar y otro tiempo.

Normalmente la vorágine de la vida diaria nos impide deternernos a pensar. Nos limitamos a "seguir". La reflexión de un profesor que conocí hace apenas unos días me ha impulsado a escribir hoy. Me comentaba que ahora apenas leía libros. Todos sus esfuerzos lectores iban destinados a la investigación. Tras el trabajo, las obligaciones diarias y los más o menos establecidos ritos cotidianos, lease televisión y café, lo que nos falta es ese impulso para salir por un tiempo de la ruta preestablecida y echar la mente a volar.
Necesitamos un catalizador que excite esa parte de nosotros que aun lucha por mantener su libertad. Recordar que cuando eramos jóvenes ibamos a comernos el mundo. Algunos todavía mantenemos esperanzas de que el mundo no nos coma a nosotros. Para mí, ese iniciador es la música. Recurro a mi colección de discos en busca de cobijo. Cuando el pop, rock o heavy suenan en mis oídos, de repente me traslado a otra época. Si cierras los ojos, si te concentras en la música, como un reflejo de Pavlov la mente desempolva imágenes que pertenecen a un pasado tan remoto como 20 años. Te encuentras junto a tus amigos, preocupado porque las chicas no te hacen caso, imaginando que habrá preparado en casa para comer a la vuelta del colegio. Ese recorrido que hemos hecho cientos de veces, solos y acompañados, fuente de experiencias de todo tipo. Camino a casa todos hemos peleado, pasado hambre por haber olvidado desayunar, odiado al profesor por obligarnos a llevar una mochila cargada de libros, seguido a la chica que creíamos que amábamos. Y llegábamos a casa. Todos esos olores, nunca iguales. Si visitabas la casa de un amigo, medio sorprendido, medio satisfecho comprobabas que no olía igual. La tuya siempre era mucho mejor: ¿Está la comida?, !A comer! Ese es el intercambio de información más constante entre madre e hijo que existe.
Pero una vez que el clic se ha producido en tu mente, averiguas que puedes ir a cualquier parte. Puedes visitar todos los rincones remotos de tu memoria. Yo me recreo en las imágenes de mi niñez y comienzos de la adolescencia. Repaso los lugares de un modo reposado, para recrearme en los detalles. Vuelvo a dibujar los rincones del colegio donde aprendíamos, pasábamos el descanso del recreo o nos cobijábamos de la lluvia. Porque la lluvia no es solo agua cayendo sobre nuestras cabezas. Ahora, viviendo tan lejos de mi hogar de la niñez, me doy cuenta de que los colores, los olores y todo eso intangible que no acabamos de saber como nombrar, es exclusivo del lugar y de la persona. No llueve igual en Taiwán.
En todo esto hay algo que verdaderamente me aterra. Olvidamos cosas. Creo que si no volvemos de vez en cuando a visitar todos esos lugares de la memoria, como si de una operación de mantenimiento se tratara, para quitar el polvo a todos esos recuerdos, poco a poco van perdiendo forma. No es que de repente olvidemos. Vamos perdiendo detalles. No nos damos cuenta pero al traer los recuerdos de nuevo a nuestro presente, un corte de pelo, el nombre de un amigo de la niñez, un sabor... quedan en el camino. No es que parezca muy importante. Es como una moneda que se queda en el asfalto cuando llevamos los bolsillos repletos de dinero. Pero yo no quiero perder esos sabores. No quiero olvidar a ningún amigo. Con todos ellos fui feliz un día. Sólo por eso merecen el homenaje de permanecer en nuestro recuerdo por los años que nos quedan.

Feb 29, 2008

Un expolio sin visos de terminar

Leo a modo de pildora en la edición online de ElPais que la revista médica The Lancet ha publicado un artículo criticando la política de captación de profesionales de la sanidad del Africa Subsahariana por parte de las economías del autoproclamado primer mundo para sus ya de por sí bien dotados sistemas sanitarios.
Parece que mi aportación de hoy bien podría llamarse Artículo de Perogrullo, por lo obvio de lo expuesto. Pero aún así, seguro que sujeto a debate y objeciones, principalmente por los sempiternos adalides del libre mercado.
Los hechos son simples: recurrimos a libertades de todo tipo para justificar o más bien no sentirnos mal por el hecho de que estamos expoliando a la parte del planeta más pobre de lo que realmente es su único medio, aparte del más deseable y loable, de abandonar su situación. Las mentes de los pocos ciudadanos que consiguen una formación pese a las innumerables dificultades que la ausencia de medios supone en el Tercer Mundo. Terrible calificativo este último, desfasado por otro lado pues el llamado segundo mundo ha dejado de tener sentido.
Todas esas excusas que se blanden en cualquier discusión de cafetería en Europa o Estados Unidos, básicamente aluden al derecho individual del ser humano a buscar su porvenir allí donde mejores oportunidades se le presenten. Con un ejemplo se ve mejor lo perverso del argumento. Si un médico obtiene un contrato para trabajar en un gran hospital suizo que además le permite llevar allí a toda su familia y extender la cobertura médica y social a los suyos. Tiene derecho a poder abandonar su país en busca de su particular El Dorado. Tras tamaña afirmación, el contertulio levanta su taza de té, café o Pinta de cerveza señalando así que lo irrebatible de su afirmación bien merece el premio de un sorbo, durante el cual no peligrará el debate porque nada se puede objetar al libre albedrío. Solo sistemas de gobierno perfidos per se, como los del antiguo telón de acero impedían a sus ciudadanos salir del país para optar a una vida mejor. Todos olvidan, dicho sea de paso que el sistema de exclusividad que impide abandonar el puesto de trabajo, es un hecho en determinados ámbitos laborales cuyo mejor ejemplo es el ejército, donde los pilotos deben asumir un tiempo de servicio antes de poder abandonar las fuerzas aéreas para forrarse como pilotos comerciales. El estado pide tal peaje a cambio de dan una formación cuasi gratuita a sus futuros pilotos de Iberia o British Airways. Algo que criticábamos como un ejemplo más de la falta de libertad si se aplicaba a los deportistas del otro lado del telón de acero cuando se les impedía abandonar sus paises para representar a otra bandera en las competiciones internacionales. Siempre sorprendidos algunos de nosotros por lo fácil que es obtener la nacionalidad si a cambio se garantiza una medalla o un título mundial a las estadísticas patrias.
Dejando a un lado el fácil No es lo mismo, al que recurre el contertulio de cafetería, el hecho es que se obliga a los países en desarrollo y más aun a los subdesarrollados a jugar con las mismas reglas "democráticas" que los países ricos, obviando que sin los medios adecuados es igual que obligar a un niño a jugar un partido de futbol americano en una liga mayor pero sin la parafernalia protectora, casco incluido, de la que gozan los profesionales de las grandes ligas. Solo podrán aspirar a entrenar a sus jugadores, pero a la hora de la verdad esos jugadores siempre se enfrentan a la disyuntiva de morir en el intento, o pasarse al enemigo.
Nadie puede pretender, y ahora abandonamos los símiles deportivos para centrarnos en el asunto médico, que el sistema sanitario de Ruanda, Guinea o Zimbawe avance si desde el exterior no se hace nada por mantener la fidelidad y, lo que es más importante, la seguridad de sus profesionales sanitarios. Tentar al hambriento con un suculento pedazo de tarta no es ético ni moral en este caso. Apelar sin una visión de lo que globalmente esta sucediendo, a las libertades individuales es una falacia para curar las conciencias de las sociedades opulentas, que no se sostiene ni siquiera en la barra de un bar. Salvo que queramos engañarnos a nosotros mismos.
Los pilares en los que se basa el despegue de un país son la sanidad y la educación. Es precisamente ahí donde las economías avanzadas estan torpedeando a los países pobres, exactamente la linea de flotación. Condenándoles una y otra vez a las más terribles epidemias y aun peor a la dictadura de unos pocos que sacan ventaja del desconocimiento y falta de preparación de la mayoría.
Occidente gasta ingentes cantidades materiales y económicas en apagar fuegos que ellos mismos crean. Epidemias y guerras que son directa consecuencia de una bien planeada política de expolio. No se puede pretender que sin médicos ni universidades las condiciones de vida no lleven una generación sí y otra también, a la violencia interna o con el país vecino por los pocos recursos por vender al rico hermano del norte. Ese continuo sangrado de recursos, hace ya un tiempo ha transpasado la barrera mineral para extenderse al recurso humano. Demasiado tiempo acostumbrados a tomar aquello que necesitamos, por el solo hecho de necesitarlo. Execrable cuando era Hitler quien lo hacia porque su ansia de Lebensraum (espacio vital) era a costa de las muy civilizadas naciones europeas. Pero justificable en cualquier otra parte del planeta.
Frente a los derechos de cualquier hombre a perseguir su propia felicidad se impone el derecho del Hombre y de Sociedades enteras a lograr dicha felicidad. Si la inmigración ilegal supone un problema para Europa, la inmigración legal es sin duda la condena para Africa. No se puede gastar fortunas para impedir una y a la vez fomentar la otra.
De ese modo solo los enfermos y ancianos poblaran Africa en la próxima generación.

Jan 8, 2008

Alienarse o no alienarse, he ahí la cuestión.

Esperemos al final para poner título a la entrada de hoy. Porque como muchos proyectos en la vida, empiezo a ciegas, sin un tema u objetivo para la reflexión. Simplemente dejo que mis dedos acaricien el teclado y siento el placer que supone para un ser humano el simple ejercicio de su capacidad intelectual. Reafirmarse como ser pensante no es poco. Nos hace elevarnos al plano de aquellos que han contribuido a desarrollar el devenir humano, aportando ideas, nuevos conceptos y sobretodo el sentimiento de autoexistencia.
Un hombre o mujer, empieza a serlo realmente cuando voluntariamente abandona el alienamiento que la pertenencia a toda sociedad o grupo supone para tomar sus propias decisiones basado en la conciencia de si mismo, de su individualidad indiscutible, que debería ceder lo menos posible.
¿El gran mal del hombre bípedo o el motor que le hace avanzar? Renunciar en parte a nosotros mismos para seguir a otro o simplemente para formar parte de la corriente del progreso. Es una disyuntiva que rara vez cruza nuestra mente, porque directamente asumimos como normal el hecho de ser gregarios de vez en cuando. Haciendo que la rueda siga girando en la dirección correcta gracias al impulso de miles, millones, en la misma dirección.
¿Realmente hemos renunciado conscientemente a llevar el timón? Rotundamente no. Simplemente nunca estuvo en nuestras manos, ni siquiera en nuestro pensamiento, el deseo de gobierno. Y no se puede otorgar o ceder aquello que nunca se ha tenido.
En la vida diaria todo esto no son más que palabras, en un país como España, desarrollado y con un nivel cultural más que aceptable, hay una patente garantía de que en términos generales y a corto o medio plazo la rueda avanza en el sentido que nos beneficia personalmente.
Pero poco a poco las cosas se relajan, los hombres y mujeres se preocupan de su día a día, de su parcelita dentro del curso de la corriente. Tratan de amoldarse lo mejor posible a él, de asegurar, desplegando los codos un comodo espacio para ellos y su familia frente a la presión de los que como él tienen un billete en un barco que no gobiernan y que no cuestionan. Pero que parece ir en la dirección correcta, detalle que no es precisamente baladí, sino el centro de esta reflexión.
Ahora viene la crítica que esta postura lleva implícita. ¿Es legítimo alienarse conscientemente? Más aun ¿podemos censurar a quien decide voluntariamente renunciar a la visión global para preocuparse solo de su entorno más cercano?
A veces lo importante es la mera reflexión. Reconociendo que somos parte pequeña de un conjunto enorme, el hecho de la alienación es prácticamente inevitable. Pero discutir el tema, rebatir las posibilidades que se presentan e incluso concluir el porqué de la inevitabilidad son lo que nos da sentido. Aristóteles, Sócrates o Galileo no miraban al cielo y a la tierra pensando que debían huir de su alienación. Tampoco eran conscientes de su influencia posterior evidentemente. Simplemente buscaban respuestas. Algunas tan peregrinas que hoy provocan sorpresa (ver teoria de Aristóteles posteriormente rebatida por Galileo desde lo alto de la torre de Pisa). Pero aportaron su grano de arena particular.
Si como ellos, muchos otros no han sido conscientes de la tremenda importancia para la humanidad de sus actos, reflexiones o descubrimientos. Nada es imposible y cualquiera puede llevar dentro un Aristóteles, un Descartes o un Pérez (este último aun no sabe de su futura influencia). Y aun no viendo el poso concreto que su existencia va a dejar, dicho poso existe y multiplicado por millones deja de ser detalle para transformarse en pieza capital del desarrollo de la sociedad.
Pero si renunciamos a nuestra individualidad en pos de la comodidad de la ignorancia, no solo nos hacemos un flaco favor a nosotros mismos renunciando a lo que más nos caracteriza como seres humanos. También estamos negando grandes cosas a la humanidad. Un montón de pequeñas aportaciones, grandes algunas, que harán que la gran rueda siga girando. ¿Hacia dónde? ese ya es otro tema.