Feb 29, 2008

Un expolio sin visos de terminar

Leo a modo de pildora en la edición online de ElPais que la revista médica The Lancet ha publicado un artículo criticando la política de captación de profesionales de la sanidad del Africa Subsahariana por parte de las economías del autoproclamado primer mundo para sus ya de por sí bien dotados sistemas sanitarios.
Parece que mi aportación de hoy bien podría llamarse Artículo de Perogrullo, por lo obvio de lo expuesto. Pero aún así, seguro que sujeto a debate y objeciones, principalmente por los sempiternos adalides del libre mercado.
Los hechos son simples: recurrimos a libertades de todo tipo para justificar o más bien no sentirnos mal por el hecho de que estamos expoliando a la parte del planeta más pobre de lo que realmente es su único medio, aparte del más deseable y loable, de abandonar su situación. Las mentes de los pocos ciudadanos que consiguen una formación pese a las innumerables dificultades que la ausencia de medios supone en el Tercer Mundo. Terrible calificativo este último, desfasado por otro lado pues el llamado segundo mundo ha dejado de tener sentido.
Todas esas excusas que se blanden en cualquier discusión de cafetería en Europa o Estados Unidos, básicamente aluden al derecho individual del ser humano a buscar su porvenir allí donde mejores oportunidades se le presenten. Con un ejemplo se ve mejor lo perverso del argumento. Si un médico obtiene un contrato para trabajar en un gran hospital suizo que además le permite llevar allí a toda su familia y extender la cobertura médica y social a los suyos. Tiene derecho a poder abandonar su país en busca de su particular El Dorado. Tras tamaña afirmación, el contertulio levanta su taza de té, café o Pinta de cerveza señalando así que lo irrebatible de su afirmación bien merece el premio de un sorbo, durante el cual no peligrará el debate porque nada se puede objetar al libre albedrío. Solo sistemas de gobierno perfidos per se, como los del antiguo telón de acero impedían a sus ciudadanos salir del país para optar a una vida mejor. Todos olvidan, dicho sea de paso que el sistema de exclusividad que impide abandonar el puesto de trabajo, es un hecho en determinados ámbitos laborales cuyo mejor ejemplo es el ejército, donde los pilotos deben asumir un tiempo de servicio antes de poder abandonar las fuerzas aéreas para forrarse como pilotos comerciales. El estado pide tal peaje a cambio de dan una formación cuasi gratuita a sus futuros pilotos de Iberia o British Airways. Algo que criticábamos como un ejemplo más de la falta de libertad si se aplicaba a los deportistas del otro lado del telón de acero cuando se les impedía abandonar sus paises para representar a otra bandera en las competiciones internacionales. Siempre sorprendidos algunos de nosotros por lo fácil que es obtener la nacionalidad si a cambio se garantiza una medalla o un título mundial a las estadísticas patrias.
Dejando a un lado el fácil No es lo mismo, al que recurre el contertulio de cafetería, el hecho es que se obliga a los países en desarrollo y más aun a los subdesarrollados a jugar con las mismas reglas "democráticas" que los países ricos, obviando que sin los medios adecuados es igual que obligar a un niño a jugar un partido de futbol americano en una liga mayor pero sin la parafernalia protectora, casco incluido, de la que gozan los profesionales de las grandes ligas. Solo podrán aspirar a entrenar a sus jugadores, pero a la hora de la verdad esos jugadores siempre se enfrentan a la disyuntiva de morir en el intento, o pasarse al enemigo.
Nadie puede pretender, y ahora abandonamos los símiles deportivos para centrarnos en el asunto médico, que el sistema sanitario de Ruanda, Guinea o Zimbawe avance si desde el exterior no se hace nada por mantener la fidelidad y, lo que es más importante, la seguridad de sus profesionales sanitarios. Tentar al hambriento con un suculento pedazo de tarta no es ético ni moral en este caso. Apelar sin una visión de lo que globalmente esta sucediendo, a las libertades individuales es una falacia para curar las conciencias de las sociedades opulentas, que no se sostiene ni siquiera en la barra de un bar. Salvo que queramos engañarnos a nosotros mismos.
Los pilares en los que se basa el despegue de un país son la sanidad y la educación. Es precisamente ahí donde las economías avanzadas estan torpedeando a los países pobres, exactamente la linea de flotación. Condenándoles una y otra vez a las más terribles epidemias y aun peor a la dictadura de unos pocos que sacan ventaja del desconocimiento y falta de preparación de la mayoría.
Occidente gasta ingentes cantidades materiales y económicas en apagar fuegos que ellos mismos crean. Epidemias y guerras que son directa consecuencia de una bien planeada política de expolio. No se puede pretender que sin médicos ni universidades las condiciones de vida no lleven una generación sí y otra también, a la violencia interna o con el país vecino por los pocos recursos por vender al rico hermano del norte. Ese continuo sangrado de recursos, hace ya un tiempo ha transpasado la barrera mineral para extenderse al recurso humano. Demasiado tiempo acostumbrados a tomar aquello que necesitamos, por el solo hecho de necesitarlo. Execrable cuando era Hitler quien lo hacia porque su ansia de Lebensraum (espacio vital) era a costa de las muy civilizadas naciones europeas. Pero justificable en cualquier otra parte del planeta.
Frente a los derechos de cualquier hombre a perseguir su propia felicidad se impone el derecho del Hombre y de Sociedades enteras a lograr dicha felicidad. Si la inmigración ilegal supone un problema para Europa, la inmigración legal es sin duda la condena para Africa. No se puede gastar fortunas para impedir una y a la vez fomentar la otra.
De ese modo solo los enfermos y ancianos poblaran Africa en la próxima generación.