Nov 14, 2007

El porqué de las cosas

Nos pasamos la vida buscando ocupaciones, necesarias o superfluas, que nos ahorren la penosa tarea de pararnos a pensar en aquello que está más allá de la factura del gas, el trabajo o el sustento de la familia.
De vez en cuando, sin desearlo, un accidente, una enfermedad, unas vacaciones o incluso el paro bien sea forzoso bien sea buscado, cambian nuestro ritmo y nos muestran una ventana a la ociosidad que inevitablemente nos aboca a la actividad mental más allá del futbol o su equivalente femenino del cotilleo (no se me acuse aquí de sexista cuando solo reflejo un dato concreto que ni me gusta ni me disgusta, simplemente está ahí. Tampoco pretenda nadie que el futbol como las masas lo disfrutan hoy en día, sobretodo en lo referente a las polémicas de su entorno que a veces despiertan mas interes que el propio ejercicio del mismo, esta muy por encima como vehiculo de entretenimiento que otras ramas del llamado show business).
Y en ese, llamemosló "trágico momento de duda metafísica", el saber popular viene inevitablemente en nuestra ayuda. Buscamos en la sabiduria del pueblo respuestas que deberíamos explorar en nuestro interior. Queremos una salida airosa que nos haga pensar que estamos por encima de la media porque hemos ejercido nuestra potestad de ente superior, tratando de adivinar aquello que para el resto de los mortales queda en manos de los más diversos y divertidos dioses. Si se me permite esta última licencia que de paso expresa parte de mi posición en lo que respecta a las religiones. Por lo menos en su forma tradicional que ha perdurado tantos siglos, de forma inamovible y un tanto fuera de lugar. Pero ese es quizás otro tema que hoy no procede. Curioso también como se aplica en el mundo de la religión un concepto tan reconocido y utilizado en el ámbito paralelo de la economía, como es la Barrera de Entrada. Las religiones que estan debidamente asentadas en el mercado permiten hasta cierto punto la competencia con sus correligionarias (utilizar aquí este vocablo sí que tiene innegable caracter humorístico) para crear una cierta sensación de libertad en la elección que las revista de mayor prestigio y justificación. Hasta ahí nada que objetar a su modus operandi. Pero cuando una nueva forma de alienación social con ambición metafísica hace su aparición en la escena mundial, obviamente siempre es local y localizable por lo cual también esta sujeta al ataque de los grandes poseedores del pastel de las almas mundiales. Invariablemente la medicina utilizada para acotar y en última instancia acabar con el virus siempre tiene el nombre comercial de Legislación anti-Sectas. Resumiendo podríamos decir que una secta es una religión en fase embrionaria a la que no se ha permitido acomodarse a la sociedad abandonando aquello que colisiona frontalmente con los usos actuales y suavizando conceptos para hacerla factible y abarcable por millones de fieles en lugar de cientos o miles de ellos.
Quizás por eso irrita sobremanera a los jerifaltes religiosos determinados movimientos filosóficos que por carecer del caracter divino no están sujetos a la aplicación de la medicina tradicional y presentan mayor batalla y por tanto mayor peligro frente a su rebaño. El peligro no es que un católico se convierta en musulmán o viceversa. Lo que de verdad aterra al ente religioso es la oveja que deja de serlo, no la que cambia de pastor. Tampoco estoy implicando en toda esta reflexión que todo aquel que sea creyente carece de la personalidad suficiente para discernir ni que sus cerebros han sido lavados y pulidos a la mayor gloria de Dios, Alá y demás. Respeto profundamente al rebaño, aunque alguno no me crea. No es igual mi posición con respecto al pastor.
Bien, este será el segundo paso que nos aleja del común de los mortales que viven en su ensimismamiento lejos de la contemplación metódica. Tendemos a negar la verdad que proponen las religiones y vemos al vecino como el niño que todavía cree en los reyes magos. Nosotros sabemos que la religión es el opio del pueblo porque es una expresión que hemos oido en alguna parte y la verdad es que la metáfora es buena.
Ahora estamos solos ante el mundo, el universo se antoja demasiado grande para ser abarcado por nuestra humilde capacidad cognitiva, aunque nos sentimos más cercanos a Newton o incluso Ptolomeo que al propio Jesucristo. Y la sensación es de poder, de estar en la cima evolutiva, de que nuestro genes merecen ser congelados y guardados para salvar a la raza humana en caso de desastre planetario. Aunque tampoco sabemos muy bien quien fue Ptolomeo ni que el concepto de ateismo no estaba muy arraigado en su tiempo. Lo que importa es que tras este subidón que provoca el saberse ser superior, volvemos casi al punto de partida. Pero peor porque hemos constatado nuestra soledad universal y como aquel que debe dormir al raso en la fría y oscura noche de la sierra, buscamos una manta que nos resguarde.
Esa es la siguiente estación, la familia. Llegado este punto, muchos desistirán de ir más allá y se conformarán con fiarlo todo a este caballo ganador. Como quien lleva 10 años sin hacer deporte y en un arrebato se gasta lo impensable en ropa deportiva haciendo planes de una vida sana y de un punto y aparte que acabarán en el armario durante los proximos 10 años hasta que comprobemos que un cambio de talla requiere un cambio de vestuario.
Mañana veremos si hay respuestas más allá de la familia o todo acaba ahí.
De seguro que todo aquel que haya experimentado un divorcio, sea huérfano o hijo único con padres fallecidos, tiene derecho a algo más.

Volveremos a la carga para calmar el apetito de conocimiento de este pequeño grupo de insatisfechos.

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